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Entrevistamos a Patricia Riquelme, Codirectora del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. El parque nacional, junto con el Centro Montes y Aserradero de Valsaín, han participado muy activamente en el desarrollo del proyecto LIFE RedBosques, apoyando varias de sus iniciativas (cursos, seminarios, intercambios de personal) y aportando la dilatada experiencia profesional de sus técnicos.

El proyecto LIFE RedBosques ha contribuido a poner el foco en el valor e importancia para la conservación de los bosques maduros, y en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama ha aportado a la Red de Rodales de Referencia un rodal de pino silvestre excepcional. Desde tu experiencia, ¿qué papel puede jugar la Red de Parques Nacionales en la protección de los bosques maduros?

La finalidad principal de la Red de Parques Nacionales es garantizar, como legado para las generaciones futuras, la conservación de una muestra representativa de los principales sistemas naturales españoles y hacerlo, en la medida de lo posible, procurando mantener o recuperar la biodiversidad y la funcionalidad de los procesos naturales. Este objetivo encaja muy bien con la conservación de rodales maduros, por lo que las acciones de identificación y conservación de los fragmentos de bosque menos intervenidos por la mano del hombre que pueden existir en los parques nacionales, favorecidos por el menor nivel de intervención humana que se espera en ellos, sería una interesante línea de investigación y gestión que se puede promover a nivel de toda la Red.

El aprovechamiento comercial no está permitido en los parques nacionales, entonces ¿qué tipo de gestión se plantea estos montes? ¿Se están incorporando criterios de adaptación al cambio climático en la planificación forestal?

Siendo precisos, lo que se declara incompatible con los objetivos y finalidades de un parque nacional es la tala con fines comerciales, lo cual no quiere decir que no puedan realizarse los tratamientos selvícolas que resulten pertinentes, orientados a la naturalización de las masas y restauración de hábitats, cuyos productos sí es posible enajenar. Todo ello debe quedar establecido en el correspondiente Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG). En el caso del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, por ejemplo, la gestión en general efectivamente debe regirse por criterios de no intervención sobre los procesos ecológicos esenciales, salvo por motivos de conservación, seguridad, restauración de los ecosistemas, naturalización de masas forestales de origen artificial, o en caso de incendios forestales, daños bióticos o abióticos inadmisibles, etcétera. En este sentido la gestión forestal, y los tratamientos selvícolas en particular, se reconocen como una herramienta fundamental para mantener y mejorar la biodiversidad de los montes, su capacidad de regeneración y vitalidad, su potencial y su capacidad de cumplir funciones ecológicas y sociales.

También en el PRUG se han incorporado criterios para la adaptación al cambio global y mitigación del cambio climático, en el convencimiento de que, además, los parques nacionales (y en especial los de montaña) constituyen interesantes observatorios del cambio global. Así, se atienden a criterios de gestión como favorecer la conectividad ecológica, la vigilancia de la aparición de organismos nuevos que en algunos casos da lugar a enfermedades emergentes u otros problemas para los objetos de conservación, la promoción de mecanismos de resiliencia de los ecosistemas, la reducción de la huella de carbono en la gestión, etc.

En este momento nos encontramos en pleno proceso de redacción de los programas sectoriales de desarrollo del PRUG, en los que se contemplan estrategias para la mejora del conocimiento, reducción de las presiones no climáticas, facilitación de la migración de especies, incremento de la heterogeneidad estructural, utilización de planta genéticamente adaptada a la zona de su implantación (ecotipos), erradicación y control de especies exóticas invasoras, gestión de poblaciones, mejora del ciclo hidrológico, gestión de riesgos, atención a servicios de los ecosistemas, atención a los elementos singulares, seguimiento, etc., con las que se abarcan la mayoría de las tipologías de acciones proactivas de adaptación al cambio climático.

Entre los principales resultados del proyecto destaca el manual de bosques maduros mediterráneos, que propone la promoción de la madurez como un objetivo más en la ordenación y gestión forestal ¿qué barreras o dificultades crees que hay que superar para avanzar hacia una gestión forestal más compatible con la madurez forestal, con la biodiversidad, con la adaptación al cambio climático…más «multi.objetivo»?

Una primera “barrera” puede ser la cuestión económica, especialmente ante montes productores de propietarios particulares o entidades públicas dependientes de sus ingresos a quienes les puede parecer que las técnicas que se proponen (alargar turnos, reservar árboles o zonas, reducir los tratamientos homogéneos en áreas muy extensas, etc) suponen un sacrificio de cortabilidad o una reducción de la rentabilidad, por ejemplo. Esto se puede abordar con campañas de información en las que se dé a conocer el interés que pueden tener estas técnicas a largo plazo aumentando la capacidad de adaptación de las masas ante posibles perturbaciones o ante el cambio climático, suponiendo una suerte de “seguro” de persistencia para el futuro. Pero ante las preocupaciones del “corto plazo”, creo que sería necesario promover los sistemas de certificación forestal que otorguen un valor añadido a los productos obtenidos de montes gestionados con estos criterios, y fomentar líneas de subvenciones adecuadas o líneas de financiación especiales que discriminen positivamente en el mismo sentido.

Otras dificultad puede aparecer en el ámbito sociocultural, desde el punto de vista de la percepción social de los montes que aparentemente parecen más descuidados, sucios, con madera muerta, con supuestamente mayor riesgo de plagas o incendios, o en los que parece que se están “desaprovechando” productos que en otros tiempos eran de primera necesidad, como las leñas muertas. En este caso me parece de nuevo imprescindible dirigir campañas de información y comunicación a la población.

¿En qué medida o de qué forma puede exportarse lo que se aprende en los parques nacionales sobre el funcionamiento de los bosques al conjunto del territorio?

En realidad todo lo que se aprende en los parques nacionales, como en una especie de laboratorio vivo en la naturaleza donde se desarrollen investigaciones que permitan conocer los procesos que ocurren a nivel global, tiene utilidad para el conjunto del territorio. Y no sólo hablamos de investigaciones aplicadas a la gestión sobre procesos ecológicos, que son fundamentales, sino también sobre estrategias de divulgación y comunicación a la población en general, que fácilmente se pueden testar es estas áreas protegidas donde la relación con el visitante es primordial y que alcanzan un nivel de trascendencia mediática superior a la de otros espacios naturales protegidos.

¿Cuáles han sido los principales beneficios y oportunidades derivados de la implicación del parque nacional en el LIFE RedBosques?

Considero que el principal beneficio ha sido el intercambio de experiencias con gestores de otras áreas protegidas y zonas forestales, la reflexión sobre modelos de gestión en diferentes tipos de masas forestales y sobre terrenos con diferentes grados de protección, y la recopilación del conocimiento científico que nos ha llevado a valorar aún más la madurez forestal como un elemento clave a conservar y sobre el que tenemos todavía mucho que investigar. Precisamente ha sido a partir de la participación en el proyecto cuando surgió la idea de definir como zonas de reserva del parque nacional lo que se consideró que tenía atributos para incluirse en la Red de Rodales de Referencia y se comenzaron estudios de caracterización en profundidad, tanto del arbolado como de la comunidades de insectos saproxílicos, hongos, quirópteros, etcétera, que aún continúan.

Además, se han realizado algunas acciones de información y comunicación con el fin de explicar el interés de la presencia de una mayor cantidad de madera muerta de ciertas dimensiones intentando evitar la percepción negativa de “bosque sucio” por parte de la población.

Por otra parte, también nos ha servido como motivación para intentar aplicar algunas de las estrategias que se discutieron para ir dando pequeños pasos que acerquen a la madurez a esas otras masas forestales que, siendo la mayoría, no tienen todavía atributos de madurez pero pueden mejorar mucho en biodiversidad y resiliencia ante posibles perturbaciones.

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